CAZA DEPORTIVA

Reglamentada debidamente, la caza como distracción o deporte existe en numerosos países sin constituirse en una amenaza cierta para la fauna. Mas allá del disenso que tengamos con la práctica (total en el caso del autor que la considera una actividad inútil y totalmente reemplazable por la observación de la naturaleza y la caza fotográfica) debemos reconocer que con un buen conocimiento básico de las poblaciones de animales silvestres, pueden establecerse cupos ciertos de capturas que no impliquen alteraciones sustanciales a este recurso. Si esto se viera complementado con la realización de cursos y severos exámenes previos a la entrega de las licencias de caza, se contaría con una importante garantía adicional.

Pero lo cierto es que por razones varias nada de esto ocurre en Argentina y en consecuencia nadie puede corroborar si cada cazador, incluso el más respetuoso de las normas y leyes, está colaborando o no en el despoblamiento de alguna región o provincia al capturar una determinada especie. La falta de recursos para el control caminero, o de los cotos de caza registrados, se suma como otra cuestión preocupante ya que crea la sensación de descontrol total al que empuñando un arma recorre los campos del país. Acciones ligadas a la actividad cinegética como el fomento a la introducción de especies exóticas y la presión continua que ejercen algunas entidades para impedir campañas de control o eliminación de las existentes, se suman para agrandar la brecha que separa en nuestro país a los cazadores de los conservacionistas a diferencia de lo que ocurre en otros países. En plena década del '80 publicaciones especializadas y cazadores directivos de prestigiosas entidades cinegéticas promovían la captura de especies en peligro de extinción como en aquellos viejos tiempos en que la fauna parecía inagotable y la conservación innecesaria (Ver taruca).


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